9 de mayo de 2011

SER JOVEN ES COMO SER RICA DE FAMILIA

Así es: Una condición con la que se nace, y, como el dinero que se hereda, algo que te ha sido concedido sin tener que ganarlo con tu esfuerzo, y que, por tanto, no se valora hasta que se pierde.



Cuando nacemos se nos entrega el maravilloso regalo de un cuerpo nuevo, sin estrenar. Hasta el momento de la madurez no hará sino crecer y mejorar, siempre a nuestro favor; durante ese tiempo felizmente inconsciente que es  la juventud, nada tienes que hacer para mantener un pelo espeso y  brillante, una piel tersa y luminosa,  un trasero duro, unos senos turgentes…

Es curioso que es así como sucede: Cuando disfrutamos de la firmeza de un cuerpo joven, ese cuerpo regalado, no somos conscientes de ello. Yo me dí cuenta de que había tenido el trasero duro y bien arriba cuando se me empezó a caer. Un mañana, al ponerme crema después de la ducha, me sorprendí mirando con curiosidad la incipiente flaccidez de mis nalgas y pensando: “Huy… ¿Y essssssssstoooooo????? Esto no estaba tan abajo antes ¿Qué está pasando???…”

Y es que no conozco a nadie que, en su esplendor físico, se mire al espejo por las mañanas y se diga: “Qué maravilla, qué piel más tersa, ni rastro de patas de gallo. ¿Rictus? Vamos que ni un poquito, las comisuras de la boca perfectas, sin una sombra. Y… ¡Vaya cinturita! La misma talla que a los quince años… ¡Y ya tengo veinte!.
Desafortunadamente llega un momento en el que todo ese esplendor empieza a declinar y te pide a gritos un esfuerzo importante para, al menos y hasta un cierto límite, mantenerse dignamente hasta el momento del verdadero e inevitable declive.

Un  buen día descubres, tempranamente si la lucidez te da para eso (y más te vale), los primeros signos de deterioro físico. Mejor así, cualquier problema tiene más fácil solución cuanto antes te pones a ello. La juventud es bastante traidora; se va alejando sin avisar, insidiosamente, dando paso a una incipiente madurez. Y esta madurez recién estrenada, será más o menos afortunada y exitosa según tú, y solo tú, la trabajes. No te acobardes; acostumbrada como estabas a ser joven sin ningún esfuerzo, debes darte cuenta de que, a partir de ahora, un aspecto fulgurante ya no es gratis total sino que tienes que empeñar en ello sangre, sudor, lágrimas, y… Algún dinero, claro está.
 
¿Ves? Igual, exactamente igual que aquella casa de campo preciosa que te dejó el abuelo hace muchos años. La recibiste en perfecto estado: Recién pintada, los suelos pulidos; tapicerías y cortinas de colores brillantes, los muebles lustrosos… Hasta ahora fue suficiente ventilarla y hacer  la limpieza diaria, pero… Ya no. Aparecen los primeros desconchones en las paredes, los sofás se han rozado con el uso, ese grifo gotea… Ha llegado el momento de ponerse manos a la obra y empezar  con la restauración antes de que el edificio empiece a desplomarse sobre nosotros.

3 de mayo de 2011

ADELGAZAR 10 AÑOS


Estudiando mi figura en el reflejo, recitaba la letanía de todos los años: “Tendría que adelgazar... Tendría que adelgazar”...
… Y de pronto lo comprendí espantada: ¡TENDRÍA QUE ADELGAZAR 10 AÑOS!.


Consecuentemente, y en el mismo acto, se me cayeron los palos del sombrajo; quiero decir todos los palos del sombrajo porque, ¿Cómo narices se hace eso?Llegados aquí, que no cunda el pánico. Después de un tiempo de analizarme, observando e investigando... Tengo la respuesta.
Reconozco que la cuestión, planteada de sopetón como me vino, así, sin anestesia, resulta pavorosa. Mis teorías al respecto os demostrarán (o, al menos, eso espero), que, aún siendo inquietante, para qué negarlo, el problema tiene solución; solo hay que encontrarla, igual que muchas mujeres  lo hicieron antes: Únicamente hay que cambiar el chip, diseñar la estrategia, y ponerse al trabajo.

Veamos. De pronto, un día cualquiera empiezas a verte rara con ropa que habitualmente te favorecía. Te parece que llevas el pelo demasiado largo, y la falda demasiado corta.

Te miras en el espejo. Si te analizas bien, notas pequeños signos que hace un tiempo no estaban ahí: Pueden ser arrugas en la frente, los labios más finos, el rictus más marcado, los párpados algo caídos, unas manchas en el escote, la cintura un poco más ancha... O todo a la vez. Es un conjunto de cambios casi imperceptibles que hacen que toda tu apariencia se vea menos joven, más madura. Inútil ignorarlos, porque si no rectificas trayectoria, solo conseguirás ir poco adecuada, y, con el tiempo, tener una pinta algo patética.

Tampoco sirve lo contrario: Es decir, decidir que vas a envejecer con resignación y dignidad, virar hacia el clasicismo, y convertirte en una rancia; en una vieja prematura.

¿Qué podemos hacer? Os enumero algunos de los aspectos más importantes a tener en cuenta:

- El Peso: Sí, soy muy insistente con ésto, pero es que mantenerse esbelta es un Super-Mega-Plus pasados los 40. Unos kilos de más en una jovencita pueden resultar graciosos y hasta sexies. En una mujer madura no tienen pizca de gracia y pueden ser el Remedio Anti Lujuria, y solo nos falta eso, con lo difícil que es competir, no digo con las de veintitantos, sino con las treintañeras.

El sobrepeso te impedirá ponerte cantidad de prendas favorecedoras que pueden quitarte años, como por ejemplo, los tejanos.

- El Cabello: Atención. Es lo que enmarca la cara. El complemento más decisivo para estar guapa (o NO). El más importante. Y... Hay cortes, colores y peinados de vieja. Sí, los hay. No tenéis más que observar las dos fotos de Jane Fonda ahí arriba. En la segunda tiene varios años más y parece su hermana pequeña...

- El Maquillaje: Ahora menos es más, pero sin quedarse corta. El exceso avejenta, la cara lavada no se aguanta a ciertas edades. No creáis que ir a pelo queda natural. La piel ya no está tan resplandeciente ni tan uniforme. Hay que matizar, iluminar, resaltar. Aprendamos el maquillaje trabajado con efecto natural.

- El Escote: Evitad mostrarlo demasiado salvo que lo tengáis terso y libre de manchas. Si lo hacéis, que sea sin llegar a enseñar el nacimiento del pecho. Como tantas otras cosas que nos favorecían hace unos años, ahora, ese exceso nos queda vulgar.

- Los Complementos: También aquí menos es más. Hay que adaptarlos a cada una, pero, en general, los cinturones anchos y ajustados nos hacen cintura de obispo, cuando antes nos la hacían de avispa. Los pendientes grandes son peligrosísimos. Pueden darnos un aspecto de abuela quincallera. Las gafas, tanto las de sol como las de cerca, cuanto más sencillas, mejor. Las aderezadas con dorados, brillantes, etc., nos acercan a las viejas millonarias americanas de Miami. Mejor NO. Los zapatos, siguiendo las tendencias de moda sin exagerar. En general, hay que actualizarlos, tirando a la basura todos los complementos que guardamos hace años. El Vintage es genial para las jovencitas. A nosotras, salvo excepciones, nos hace decadentes.